Add parallel Print Page Options

Cada uno de los marineros, temblando de miedo, llamaba a gritos a su dios. Ya desesperados, arrojaron al mar toda la carga del barco para quitarle peso. Mientras tanto, Jonás dormía plácidamente en la bodega del barco.

El capitán se le acercó y le dijo:

—¡Qué haces aquí, dormilón! ¡Levántate y pide ayuda a tu dios! ¡Tal vez nos salve al ver que estamos en peligro!

Al mismo tiempo, los marineros decían:

—Echemos suertes para saber quién tiene la culpa de nuestra desgracia.

Echaron suertes, y Jonás resultó culpable.

Read full chapter